DEL LODO A LA ROCA FIRME

Mi amigo, el retrato que usted ve en el frente de este tratado es de mí a los 25 años cuando fui detenido por conducir intoxicado por tercera vez. Este sería la séptima vez que fui encarcelado desde la edad de 17 años. De la edad de 13 a 25, mi vida estaba lleno de la bebida, las drogas, las peleas, el robo, la mentira y el quebrar los corazones de los que realmente me amaban. Parecía como que mi vida era una gran mentira. Yo siempre decía una mentira para encubrir otra. Había días cuando me despertaba sin saber donde estaba o sin poder recordar que había sucedido la noche anterior. Yo trabajaba la semana entera para sólo ver mi cheque desaparecer después de tan solo unas pocas horas. Pasé muchos años vagando por la vida sin rumbo con ninguna felicidad verdadera, tratando de llenar un vacío profundo dentro de mí. En veces las fiestas y las drogas lo llenaban por esa noche; pero al día siguiente ese vacío regresaba otra vez. Había asistido a reuniones de Alcohólicos Anónimos y en programas de rehabilitación de drogas para sólo salir tan insatisfecho como entré. Este estilo de vida me llevó a días incumplidos, que en cambio se convertían en semanas olvidadas, luego meses perdidos y finalmente años malgastados, que nunca se podrían recuperar. Intentaba con todo mi fuerza encontrar felicidad verdadera, pero me sentí tan miserable por dentro.
El domingo 7 de julio de 1991, salí a hacer las mismas cosas que había estado haciendo por años. Después de andar endrogado todo el día, yo bebí suficientes bebidas alcohólicas para que pudiera ir a casa y desmayar como había hecho muchas veces antes. Pero al acostarme en el cuarto solitario y oscuro esa noche, me puse a meditar sobre mi vida pasada. Yo estaba por cumplir 26 años, enfrentando encarcelamiento por mi tercera citación por conducir intoxicado. Mi cuerpo y mente estaban desgastados y mi juventud se había arruinado. Había estado huyendo de Dios por tanto tiempo, y esto me había hundido en el lodo y me dejó tan bajo en la vida que solo podía mirar hacia arriba. Me había mudado recientemente a la casa de mi madre, quien era cristiana y había estado orando por mí por muchos años. Yo la desperté esa noche y la dije que yo no podía continuar así. Como pueden ver, mi problema verdadero no eran las drogas ni el alcohol, sino el pecado. Yo llevaba una carga de pecado que me hundía, de la cual no podía escapar. Esa noche, por fe yo le pedí a Dios que me perdonara mis pecados y puse mi confianza en Jesucristo como mi Salvador personal. Gloria a Dios por la paz que entró a mi alma cuando Dios hizo exactamente lo que él había prometido hacer en su Palabra. Había una alegría que las cosas de este mundo no pueden proveer que inundó mi corazón. Ese vacío dentro de mí se inundó con el amor de Dios. Yo me levanté de mis rodillas y regresé a la cama. Aunque sólo habían pasado pocos minutos, yo era un hombre cambiado. Yo supe que si muriera esa noche al dormir, me esperaba un hogar en la gloria. Yo no había ido a la iglesia todavía, no había sido bautizado ni había tenido oportunidad de hacer “buenas obras”, pero tampoco el ladrón en la cruz a quién Jesús dijo, “hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43).
Jesús ha cambiado mi vida y me trajo del lodo cenagoso a la Roca Firme. II Corintios 5:17 dice, “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. Cristo salvó mi alma de una eternidad en el infierno y me dio la certeza de un hogar en el cielo. Si usted me pregunta por qué yo sé que la Biblia es verdad, te diré, “Porque hice lo que dice que hay que hacer para tener paz en el corazón y funcionó”. Juan 3:16 dice, “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Juan 3:36 dice, “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él”. Dios no me negó, aunque yo le había rechazado por muchos años. Como puede ver, la Palabra de Dios enseña que la salvación no se encuentra en ninguna iglesia, en ceremonias, o en buenas obras que hacemos, sino sólo en la Persona de Jesucristo. Jesús mismo dijo, “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).
Mi amigo, hay un anhelo en cada corazón que sólo Jesucristo puede satisfacer. Si usted está esclavizado por Satanás, solamente Jesús le puede liberar. No crea las mentiras de la sociedad y el Diablo. La Palabra de Dios enseña que Satanás es verdadero tal como el infierno. La Biblia dice que Satanás es “como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar”. La Palabra de Dios declara en Apocalipsis 20:15, “Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego”. Pero la Biblia también nos enseña lo siguiente acerca de Dios: “no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (II Pedro 3:9).
Dios no solo está dispuesto a perdonar nuestros pecados y nos da un hogar eterno en el cielo, sino que también nos da un propósito verdadero en esta vida. Dios me ha bendecido con una esposa hermosa y niños maravillosos. Él me ha llamado a predicar y me ha dado la oportunidad de servirle. Yo nunca supe lo que era la felicidad y la alegría verdadera hasta que encontré a Jesús. Por causa de él vale la pena vivir.
Quizás usted está leyendo esto y diciéndote, “yo nunca he hecho esas cosas, y yo he vivido una vida realmente buena”. En cuanto al asunto de la salvación, no importa cuán bueno o malo hemos vivido, sino si hemos confiado en Jesucristo, y en él solamente, para nuestra salvación. No importa si eres un alcohólico de la calle o una persona “religiosa” sentada en una iglesia, la Palabra de Dios dice, “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). También declara, “La paga del pecado es muerte”. Es cierto; todas las personas son pecadores, y toda la gente necesita un Salvador. Eso es malas noticias, pero las buenas noticias es que “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). Como puede ver, Dios mandó a su Hijo al mundo a morir en nuestro lugar. Querido amigo, siendo un bautista, un metodista, un católico, un musulmán o de cualquier denominación no te dará vida eterna; sólo Jesucristo puede. La Biblia nos dice aún más en Romanos 10:13, “Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo”. Esto es una promesa de Dios a cualquier hombre, mujer, niño o niña que él dará vida eterna a cualquier que simplemente le recibe por fe.

¿Está usted dispuesto a orar la siguiente oración?

“Querido Dios, yo sé que soy un pecador
y que Jesús murió para pagar por mis pecados.
Te pido que me perdones mi pecado, y yo confío
en Jesucristo como mi Salvador.
Gracias por salvarme.
En el nombre de Jesús, amen”.

perla_45_1@hotmail.com

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